Wilde, Oscar by EL RETRATO DE DORIAN GRAY

Wilde, Oscar by EL RETRATO DE DORIAN GRAY

autor:EL RETRATO DE DORIAN GRAY
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


sin dificultad por ese tiempo. Además, seguramente no estar ás en

Londres.

Y si lo tienes siempre detrás de un biombo, señal de que no te

interesa gran cosa.

Dorian Gray se pasó la mano por la frente, empapada en sudor.

Comprendía que estaba al borde de un gran peligro.

-Hace un mes me dijiste que no pensabas exponerlo nunca -dijo - .

¿Cómo es que has cambiado de idea? Vosotros, los que presumís d e

consecuentes, sois igual de caprichosos que los demás. Con la

diferencia de que vuestros caprichos carecen de sentido. No es

posible que hayas olvidado lo solemnemente que me aseguraste que

nada en el mundo podría decidirte a enviarlo a una exposición. Y

exactamente lo mismo dijiste a Harry.

De pronto se detuvo; y por sus ojos cruzó un relámpago. Acababa de

recordar que Lord Henry le había dicho una vez, mitad en serio, mi tad

en broma: "Si quieres pasar un curioso cuarto de hora, haz que Basi l

te diga por qué no quiere exponer tu retrato. El me explicó las

razones, que fueron para mí una revelación". Sí; acaso Basil tenía

también su secreto. El trataría de arrancárselo.

-Basil -dijo, acercándose a él, y mirándole bien en los ojos - ; los dos

tenemos nuestros secretos. Dime el tuyo, y yo te contaré el mío.

¿Cuál era la razón de que te negases antes a exponer mi retrato? El

pintor no pudo contener un estremecimiento.

-Si te lo dijese, Dorian, es posible que luego me quisieras menos, y

seguramente te reirías de mí. Ninguna de ambas cosas podría

soportarla. Si te empeñas en no dejarme ver nunca más tu ret rato,

bien está, me resigno. Siempre podré siquiera verte a ti. Si deseas que

mi mejor obra permanezca siempre ignorada del mundo,

perfectamente, lo acepto. Tu amistad me importa mucho más que la

fama o la gloria.

-No, Basil; es preciso que me lo digas -insistió Donan -. Creo que

tengo derecho a saberlo. Su terror se había ya desvanecido, y l a

curiosidad ocupado su lugar. Estaba decidido a descubrir el misterio de

Basil Hallward.

-Sentémonos, Dorian -dijo el pintor, al parecer turbado- Sentém onos,

y responde a una pregunta: ¿No has notado en el retrato nada

extraño? Algo que probablemente, al principio, no te llamó la atenci ón;

pero que, de repente, te fue revelado.

- ¡Basil! -gritó Dorian, asiéndose a los brazos de su sill ón con manos

trémulas, y mirándole con ojos ardorosos y extraviados.

-Veo que sí. No hables. Espera a oír lo que tengo que decirte. D orian,

desde el momento en que te conocí, tu personalidad ejerció sobre mí

la más extraordinaria influencia. Me sentí dominado, alma, cereb ro y

fuerza, por ti. Tú te convertiste para mí en la encarnación de ese



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